Prólogo
A veces el bosque guarda sus secretos justo delante de nosotros. No en lo alto, donde miramos siempre, sino abajo, donde nadie presta atención. Este "proyecto" no va de grandes paisajes ni de vistas espectaculares. Va de lo que está ahí, creciendo en silencio, haciendo su trabajo mientras nosotros pasamos de largo.
Si algo aprendí caminando entre setas es esto: Lo pequeño importa más de lo que parece. Lo que ves aquí no es solo naturaleza; son conexiones, raíces, vida en susurros.
Detente un momento, mira, y deja que el bosque te hable.
Gritos, silencio.
Hastío sombrío.
Silencio, lamentos.
Bajo el resplandor,
se erige en calma, quieta,
luz de estrella.
En la quietud,
un hilo sostiene sueños,
agua callada.
Agrupadas, protegidas.
Circulo finito,
de roces y caricias.
Bajo hongos gigantes se arrastra en soledad.
A través de sombras y brillos que esconden verdad.
Busca un refugio en la penumbra azulada.
Oscura. solitaria. su esencia encadenada.
Su andar lento en un mundo difuso.
Alma silenciosa en un viaje confuso.
Nace en la penumbra.
Aliada con la tierra.
Tejida en el silencio,
unida a lo invisible,
respirando el misterio,
albergando el susurro.
Luz en sombra,
en cada rincón olvidado.
Zozobrando en calma.
Así.
Clara silueta,
observa inquieta
hirientes estelas.
Tres abrazadas,
solitaria figura.
Reflejo de un ser.
Espejo chivato,
de compulsivas ansías,
impávido charlatán
En el vacío,
una sombra se alza, quieta,
y dos se estremecen.
Bailan las formas,
el dorado se pierde,
misterio fluye.
Brumosa escena,
silencio en oro,
calma y fuerza.
Turquesa,
en blanco casi puro,
se retuerce.
Perlas azules,
refuerzan la silueta,
del elevado vigía.
Pinto acuarelas,
a pinceladas austeras,
quitan penas.
Setas perennes, en pie bajo los gigantes,
un eco se extiende en el silencio del bosque.
La tierra calla, su brillo oculta,
mientras las sombras bailan, alrededor, tímidas.
Bajo las ramas, puras las formas se alzan,
reflejos tenues se dibujan en la quietud.
El fuego se apaga, cansado de esperas,
pero las setas siguen, calladas, en sus danzas.
El velo de la noche cubre sus figuras,
como sueños pícaros de luces y sombras.
Bajo esa capa, se funde el brillo,
y las setas, inmóviles, emergen furiosas.
La tierra calla lo que no se ve,
y en su abrazo, puras, las setas se aguardan.
El eco de su ser permanece,
mientras las sombras se retiran y la luz se activa.
Epílogo.
El bosque nunca se detiene. Lo que hemos visto aquí, en estas páginas, es solo un instante de un ciclo que se repite una y otra vez. Los hongos regresarán, como lo han hecho siempre, cuando la humedad y la luz vuelvan a encontrarse.
Cada estación guarda su propio espectáculo, pero el próximo otoño, bajo la hojarasca, la magia empezará de nuevo. Lo diminuto volverá a surgir, silencioso y vital, conectando raíces, sombras y vida en un susurro que solo el bosque comprende.
Cuando cierres este "proyecto" y regreses a los árboles, recuerda que lo que hoy parece efímero siempre encuentra la manera de volver. Porque el bosque es paciente, y su mensaje, eterno.